lunes, 7 de marzo de 2016

Cómo Vivir Nuestra Vejez


Cómo Vivir Nuestra Vejez 


La estampa es habitual para cualquier persona que haya paseado por las calles de su ciudad al menos un puñado de veces. Hay grupos de abuelos por doquier: se reúnen en las esquinas de las calles observando el ruidoso transitar de las obras, en los bancos de las plazas públicas alimentando a las palomas, a la sombra de un árbol en un parque, cerca de una fuente pública en verano. Siempre están juntos y no aparentan hacer nada. Un símbolo del envejecimiento de un país vetusto.
Merece la pena preguntarse a qué se debe esto y si quizá somos injustos con ellos.

La soledad como elemento central en sus vidas

La soledad es un elemento central a la vida de nuestros mayores. Conforme pasan los años, nos volvemos personas más solitarias. No se trata de una elección propia o consciente, sino resultado de distintos procesos al que nos vemos enfrentados las personas conforme nos hacemos mayores. Nuestros hábitos diarios cambian de forma drástica: quizá el más importante de todos sea el aparejado a la jubilación. Dejamos de ser personas activas y nos convertimos en personas pasivas.
Naturalmente, esto tiene consecuencias en nuestro equilibrio psicológico, nuestro estado emocional y nuestra personalidad. Las personas mayores que llevan toda su vida trabajando de repente se encuentran con mucho tiempo libre, no siempre acompañado con suficientes alternativas de ocio. Hay varios estudios que se centran en cómo afrontar este nuevo estatus. Uno de ellos es "Ocio en los mayores: calidad de vida", realizado por Inés Alcalde, psicóloga, y Milagros Laspeñas, socióloga.

Como explican, el proceso de envejecimiento tiene dimensiones socioculturales que se expanden más allá de nuestro progresivo deterioro físico. La vejez, en este sentido, tiene diferentes lecturas y edades, entre las que los distintos mayores pueden moverse en función de su aproximación personal. Hay, sin embargo, un elemento clave: nuestro estilo de vida cambia, porque ya no trabajamos, y también nuestras relaciones sociales, que en muchas ocasiones se reducen. El estatus social se modifica.

El abanico de opciones en el que emplear el tiempo de ocio varía en función de las condiciones sociales, educativas o de salud de cada individuo. En general, según se desarrolla en el trabajo, las personas mayores tienden a elegir patrones posteriores a su vida laboral que imiten a los anteriores, de modo que se sientan realizados con ellos. El ocio estaría relacionado de este modo con esas preferencias determinadas, pero también con su capacidad de acceso a diversas actividades.
Para la mayoría de los mayores, sin embargo, lo más sencillo es realizar actividades gratuitas, ya sean activas o pasivas. Como recuerdan en este otro trabajo enfocado en la soledad de los ancianos, la forma más común de empleo del ocio en la tercera edad es o bien ver la televisión y escuchar la radio o bien salir a pasear. La primera implica socializar de forma telemática y no directa; la segunda, hacerlo a menudo en compañía, con otras personas en su misma situación.

¿Por qué los abuelos miran las obras?

En todo este proceso, como hemos comentado más arriba, juega un papel determinante la soledad. Hay varios factores que la explican: por un lado, los hijos han abandonado el hogar; por otro lado, los amigos y las parejas van falleciendo de forma progresiva; finalmente, muchos de nuestros mayores encuentran una carencia de actividades placenteras en las que emplear su tiempo de ocio.
ACUDIR A LA BOLSA SENTARSE EN UN PARQUE SON ACTIVIDADES GRATUITAS Y LEJOS DE CASA, DE FÁCIL ACCESO Y QUE PERMITEN MANTENER UNA RUTINA HEREDADA DE LOS HÁBITOS LABORALES

¿De qué modo se relaciona todo esto con mirar las obras o acudir a la bolsa a observar cómo cambia el mercado de valores? Por un lado, ambas son actividades que se realizan de forma gratuita y lejos de casa: son de fácil acceso y permiten mantener cierta rutina heredada de los hábitos laborales, al no pasar todo el tiempo dentro de las cuatro paredes del hogar. Por otro lado, no son actividades solitarias y tienen un alto componente grupal, una necesidad presente en sus vidas.
Los beneficios del ocio sobre la salud de los mayores están probados en otros trabajos, como este. Los ancianos se sienten mejor, acompañados y realizando una actividad en cierto sentido productiva, que inútiles sentados en los sofás de sus casas. Es por ello que los ayuntamientos implantan programas de ocio y de actividades orientadas específicamente a la tercera edad. Aunque los resultados no son tan satisfactorios como cabría esperar, tienen un efecto positivo en sus vidas.

Como se explica en este otro estudio, el ocio de nuestros mayores debería importarnos. Y cada vez más, dado el envejecimiento de nuestra sociedad. La jubilación debe ser una etapa feliz en nuestras vidas, y no lo es en todos los casos, a menudo por un deficiente empleo del tiempo libre o de ciertaestigmatización social (como la realizada por la Bolsa de Madrid). En datos de 2007, nuestros ancianos aún tienen prácticas de ocio hogareñas, recluidas y poco específicas a lograr una realización personal a través de una actividad no pasiva.
Y eso es un problema, no sólo moral en el tratamiento que nuestra sociedad ofrece a la tercera edad, sino también físico y mental: el ocio puede ser terapéutico; la carencia de él puede tener efectos letales, como el suicidio, en los mayores; y, en términos genéricos, contribuye a mejorar su salud y su calidad de vida. Es necesario, aunque no estemos prestando la suficiente atención.
Y no hay mejor ejemplo de ello que la decisión de la Bolsa de Madrid de impedirles entrar más al edificio, aireando públicamente que suponen un estorbo. Se trata de su ocio, quizá el único al que esos mayores accedan, de un entretenimiento que les produce satisfacción a falta de mejores alternativas, que ahora se ve coartado por motivos de imagen, en singular simbolismo de la situación a menudo de abandono y soledad al que nuestros mayores se enfrentan tras la jubilación.




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