Faltaban dos días para la Navidad de 1985. Raymon Belknap y James Vance eran dos amigos adolescentes de Reno, Nevada, que se encontraban en la habitación del primero. Los jóvenes tenían un comportamiento alterado, típico de su edad, pero eso no justificaba poner patas arriba la habitación en la que se encontraban y, mucho menos, saltar por la ventana a la calle llevando una escopeta en la mano. Los dos chicos corrieron como locos hasta un parque cercano. Raymon se detuvo. Cogió su arma. Se la colocó debajo de la barbilla y un disparo acabó con su vida. A continuación, James cogió el arma que acababa de utilizar su amigo para seguirle los pasos, pero la suerte le jugó una mala pasada y la bala le destrozó la estructura ósea del cráneo y parte del lóbulo derecho sin llegar a causarle la muerte. Su rostro quedó desfigurado y no fallecería hasta tres años después como consecuencia de la medicación que debía de llevar para tratar sus lesiones. ¿Por qué habían actuado así? La razón del intento de suicidio no se debía a la cantidad de alcohol y droga que acababan de consumir, a su fracaso escolar, a sus problemas con el trabajo ni al hecho de vivir dentro de familias disfuncionales. La culpa de las muertes de estos dos muchachos la tenían Judas Priest.
Al menos eso era lo que argumentó James Vance, después de su frustrado intento de suicidio: “Creo que el alcohol y la música heavy metal, como Judas Priest, nos impulsó, o incluso nos ‘hipnotizó’, para creer que ‘la respuesta a la vida era la muerte’”. Para explicar el motivo que les llevó a quitarse la vida, Vance citó las letras de las canciones del álbum “Stained class” (1978) de Judas Priest, el disco que estaban escuchando antes de sumergirse en la posterior tragedia. Los familiares decidieron poner el caso del suicidio en manos del abogado Ken McKenna y demandaron al grupo de heavy metal y a la CBS, su discográfica, solicitando una indemnización de 6,2 millones de dólares. En primer lugar, la demanda estaba centrada en una malinterpretación de la canción ‘Heroes end’, cuya letra decía “Why do you have to die to be a hero? / It’s a shame a legend big as the would sin” (“¿Por qué tienes que morir para ser un héroe? / Es una lástima que una leyenda tan grande pecase”). Sin embargo, este argumento no sirvió ya que las letras estaban protegidas por la Primera Enmienda de la Constitución, que hace mención a la libertad de expresión.
Habría que darle una vuelta a las acusaciones para sentar a los Judas Priest en el banquillo y el abogado encontró la razón por la que los jóvenes habían decidido quitarse de en medio: la banda de heavy había incluido dentro de las canciones de “Stained class” una serie de mensajes subliminales que incitaban al suicidio. En verano de 1990, la banda se vio obligada a cancelar su gira y entrar en los tribunales. El proceso comenzó el 16 de julio. La primera evidencia que el abogado McKenna encontró para defender su acusación se basaba en la canción ‘Better by you better than me’. Lo más curioso respecto a este tema es que ni siquiera era una composición original de Judas Priest, sino que era una versión de una canción de 1969 del grupo Spooky Tooth. Daba igual. Este tema fue el detonante del suicidio de los dos muchachos. Los dos jóvenes habían pactado su muerte siguiendo el lacónico mensaje “Do it” (“Hazlo”). Según el vocalista, Rob Halford, este supuesto “mensaje oculto” no es tal, sino que se trata de una técnica de respiración profunda realizada para personalizar su interpretación.El productor de la canción, James Guthrie, apoyó al vocalista explicando este sonido: “Es difícil de describir, pero son una especie de efectos sonoros que se escuchan entre líneas y que forman parte de la actuación de un cantante de rock. No es un fenómeno anormal, ya que Elvis Presley basó su carrera artística en esa misma técnica”.
Por si la primera prueba no había sido suficiente para demostrar que fueron Judas Priest quienes animaron a los jóvenes a quitarse la vida con un mensaje tan claro, el abogado también encontró otros mensajes subliminales al reproducir el álbum al revés. Según éste, durante el tema ‘White head, red hot’ se podía escuchar “Fuck the Lord, fuck all of you” (“Que jodan al Señor, que os jodan a todos”). Lo mismo sucedía con la canción que daba título al álbum, donde se oía “Sing my evil spirit” (“Canta mi espíritu malvado”) y en “Beyond the realms of death”, cuyo mensaje era “Try suicide” (“Intento de suicidio”). Ante estas pruebas y empleando el método de la reducción al absurdo, los guitarristas Glenn Tipton y K.K. Downing, encontraron otros posibles mensajes escondidos como “Hey, ma, my chair’s broken” (“Hey, mamá, mi silla está rota”) y “Give me a peppermint” (“Dame un caramelo de menta”).
Después de casi un mes, en la primera quincena de agosto, el juez dictaminó la sentencia. A pesar de que consideraba que podía escucharse la frase “Do it”, el juez lo tuvo claro: “La investigación científica no demuestra que los estímulos subliminales puedan precipitar una conducta de esta magnitud”. Para desgracia de los padres, ni Judas Priest ni CBS eran responsables de las muertes de los dos jóvenes. Por supuesto que es muy duro ver morir a un hijo, y más en esas condiciones, pero no se le puede echar la culpa a uno de los géneros de la música que, siempre y por ignorancia, peor fama ha tenido. Las declaraciones de un psicólogo también fueron importantes para el veredicto, ya que los muchachos contaban con un historial amplio y turbio y no se les podía considerar niños modelo: estaban envueltos en la drogadicción, tenían problemas escolares y laborales y contaban con delitos menores a sus espaldas. Además, Belknap ya había tratado de quitarse la vida en ocasiones anteriores.
Tras el largo proceso, los miembros de Judas Priest estaban muy dolidos: “Nadie, absolutamente nadie sabe por lo que hemos pasado. Esos abogados albergaban tanto odio hacia nosotros que, si hubiésemos perdido el caso, no habríamos encontrado el ánimo suficiente para salir nuevamente de gira”. Por su parte, Halford, solo encontraba a unos responsables directos: “Estos dos jóvenes perdieron sus vidas debido a su trágica implicación con las drogas y el alcohol, y a unas familias disfuncionales que no les prestaron la atención adecuada. Este juicio ha sido solo un intento de cargar el peso de la culpa sobre los hombros de otros”. Esa misma fue la sensación que Glenn Tipton tuvo sobre el triste suceso: “Nunca nos ha pasado por la cabeza que fuésemos responsables de estas muertes. Nunca he hablado con los padres porque no les tengo ningún tipo de simpatía, pero ellos son los únicos responsables de la educación que reciben sus hijos. Cuando se sufre una tragedia de este estilo, hay que buscar las causas más cerca de ti y no intentar culpar a la música”. Sobre la estupidez de los mensajes grabados al revés, K.K. Downing fue bastante irónico: “Si hubiésemos tenido la posibilidad de poner este tipo de mensajes en los discos en el año 1978, habríamos puesto que comprasen nuestros elepés o algo parecido”.
Aunque los medios de comunicación montaron un gran revuelo ante la acusación de la banda, cuando el grupo fue declarado inocente, la noticia no recibió la misma atención mediática. No resultaba igual de atractivo publicar un titular del tipo “Judas Priest son inocentes” que “El heavy metal puede matar”.
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