El 9 de enero, gloria de la patria vieja
Carlos Iván Zúñiga Guardia
Es un deber patriótico recordar los hechos que nos enaltecen como Estado y como pueblo. Es preciso insistir en la necesidad del recuerdo, dada la tendencia al olvido que nos distingue.
A pesar de que el 9 de enero de 1964 fue vivido en su momento con gran sentimiento y unidad nacional, con el transcurrir del tiempo como que se vienen apagando las palabras de encomio y los actos conmemorativos. La memoria histórica nos indica que han sido pocos los acontecimientos nacionales que suscitaron tanto dolor e indignación como los escenificados en dicha fecha memorable.
La inmotivada e inhumana agresión del Ejército de Estados Unidos no sólo determinó el inicio de una nueva época de nuestra diplomacia, sino que dio oportunidad al panameño de resaltar tanto sus calidades cívicas como la razón de ser de sus luchas. El número de víctimas y la resistencia heroica ante la agresión, produjo el respaldo mundial a la causa histórica de la débil Nación.
La agresión tuvo otros efectos.
El repetido e injurioso estribillo que nos señalaba como un pueblo sin pulso, afectado por una anemia cívica crónica y sin los atributos de un ser consciente de su identidad, quedó fulminado el 9 de enero de 1964, gracias a la verticalidad del pueblo y del gobierno de Roberto F. Chiari. De igual manera la diplomacia panameña adquirió un nuevo punto de inspiración, concretamente en lo concerniente a la existencia del canal, de la Zona y de sus pactos.
El empeño plausible de los estudiantes del Instituto Nacional de izar la bandera panameña en los pedestales escolares zoneítas constituyó un acto de reafirmación territorial y soberana largamente acariciado. A partir de aquel suceso el lenguaje de la Cancillería no podía identificarse con el simple revisionismo de los tratados. Se imponía el discurso y la acción abrogacionista. Trillar en el revisionismo era tanto como traicionar los mandatos morales del 9 de enero, escritos con sangre. El nuevo discurso de soberanía total impuesto por la gesta de enero conducía inexorablemente al cese del colonialismo.
En la lucha por el perfeccionamiento de la independencia nacional todo está engarzado en un proceso patriótico que tuvo su origen en la aurora misma de la nueva República. En el campo del revisionismo hubo conquistas nobilísimas. Es del caso recordar que la diplomacia revisionista tuvo, sin embargo, su última expresión en los Tratados Remón-Eisenhower (1955). Fue el tratado de la decadencia del revisionismo.
Por eso la consigna de aquellas negociaciones "ni millones ni limosnas, queremos justicia" terminó sin justicia, sin millones y tal vez con limosnas para ciertos sectores. Todo debido a la mezquindad histórica de los negociadores de los EU y fueron inútiles los reconocidos esfuerzos reivindicadores de los negociadores panameños. Incluso se dio marcha atrás al exigir y obtener EU la ocupación de la base militar de Río Hato.
El panameño comprendió que se imponía una nueva diplomacia, la diplomacia de la liberación.
Ese fue el mensaje de numerosas luchas del siglo XX, del 12 de diciembre de 1947, de la siembra de banderas de 1959 y del 9 de enero de 1964, fechas todas gloriosas de la patria vieja.
En 1955 EU era consciente del creciente ímpetu soberano del panameño y quiso detenerlo tratando de incorporar en el Remón- Eisenhower la cláusula del "silencio perpetuo" que pretendía impedir nuevas revisiones de los textos canaleros. Los negociadores del 55 patrióticamente rechazaron esa cláusula tan irrespetuosa.
Doce años después, ya producido el 9 de enero, en 1967 también era otra la mentalidad de los negociadores de EU. Ya estaban enterados del nuevo mandamiento histórico nacional. En los proyectos de tratados negociados en ese año, conocidos como los tres en uno, el gobierno norteamericano intentó ponerse a tono con algunas de las exigencias del 9 de enero y pacto la entrega del Canal a la República de Panamá el último día de diciembre de 1999 y la abrogación de todos los tratados vigentes, pero incorporó otras cláusulas colonialistas inaceptables para el espíritu del 9 de enero que presidía el alma nacional. Es decir, en el año de 1967 EU ya habían decidido la entrega del Canal a la República de Panamá a finales del siglo XX.
En gran medida el abrogacionismo y la entrega del Canal en términos más diáfanos que los del 67 también se logró en los Torrijos-Carter, pero quedó insertada como una puñalada pendular, propia de toda espada de Damocles, el intervencionista Tratado de Neutralidad y las "potables" enmiendas aprobadas por el Senado de EU y por el Gobierno panameño, igualmente intervencionistas. Es tan dañino ese paquete de enmiendas que el presidente Bush justificó su invasión de 1989 en el contenido de dichos textos.
Resulta, por tanto, una asignatura pendiente luchar por cerrar definitivamente el famoso, siempre abierto y antihistórico "paraguas del Pentágono", representado en el Tratado de Neutralidad. Logrado ese cierre quedaría depurado el conjunto de instrumentos jurídicos que regla las relaciones entre Panamá y EU y se daría por terminado el proceso reivindicador que se inició con el nacimiento de la República.
Por todo lo expuesto, son suficientes los motivos para considerar alos mandamientos morales y patrióticos del 9 de enero de 1964 como la Tabla de Moisés de nuestra ascendente lucha por el perfeccionamiento de la independencia nacional.
El autor es abogado y ex rector de la Universidad de Panamá